13 de septiembre de 2014OFICIO DE LECTURASAN JUAN CRISÓSTOMO, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIAMEMORIA13 de septiembre Del Común de pastores: para un santo obispo. Del Común de doctores de la Iglesia. San Juan Crisóstomo, Obispo de Constantinopla, Confesor y Doctor de la Iglesia, celestial Patrono de los Oradores sagrados, que descansó en el Señor el día 14 de Septiembre. Su sagrado cuerpo, trasladado tal día como hoy, en tiempo de Teodosio el Joven, a Constantinopla, y de allí, más tarde, a Roma, fue depositado en la Basílica del Príncipe de los Apostóles. INVOCACIÓN INICIAL Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día: V. Señor, abre mis labios R. Y mi boca proclamará tu alabanza. Se añade el Salmo del Invitatorio [Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23], con la siguiente antífona: Antífona: Venid, adoremos al Señor, fuente de sabiduría. Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora: V. Dios mío, ven en mi auxilio R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya. HIMNO Se puede tomar de Laudes o de Vísperas, según el momento del día en que se rece el Oficio de lectura, o bien: Hondo saber de Dios fue vuestra ciencia, su espíritu de verdad os dio a beberla en la Revelación, que es su presencia en velos de palabra siempre nueva. Abristeis el camino para hallarla a todo el que de Dios hambre tenía, palabra del Señor que, al contemplarla, enciende nuestras luces que iluminan. Saber de Dios en vida convertido es la virtud del justo, que, a su tiempo, si Dios le dio la luz, fue lo debido que fuera su verdad, su pensamiento. Demos gracias a Dios humildemente, y al Hijo, su Verdad que a todos guía, dejemos que su Luz, faro esplendente, nos guíe por el mar de nuestra vida. Amén. Antífona 1: Dad gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. SALMO 106 - I ACCIÓN DE GRACIAS POR LA LIBERACIÓN Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Que lo confiesen los redimidos por el Señor, los que él rescató de la mano del enemigo, los que reunió de todos los países: norte y sur, oriente y occidente. Erraban por un desierto solitario, no encontraban el camino de ciudad habitada; pasaban hambre y sed, se les iba agotando la vida; pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación. Los guió por un camino derecho, para que llegaran a una ciudad habitada. Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. Calmó el ansia de los sedientos, y a los hambrientos los colmó de bienes. Yacían en oscuridad y tinieblas, cautivos de hierros y miserias; por haberse rebelado contra los mandamientos, despreciando el plan del Altísimo. Él humilló su corazón con trabajos, sucumbían y nadie los socorría. Pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación. Los sacó de las sombrías tinieblas, arrancó sus cadenas. Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. Destrozó las puertas de bronce, quebró los cerrojos de hierro. Estaban enfermos por sus maldades, por sus culpas eran afligidos; aborrecían todos los manjares, y ya tocaban las puertas de la muerte. Pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación. Envió su palabra para curarlos, para salvarlos de la perdición. Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. Ofrézcanle sacrificios de alabanza, y cuenten con entusiasmo sus acciones. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Antífona 1: Dad gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. Antífona 2: Contemplaron las obras de Dios, sus maravillas. SALMO 106 - II ACCIÓN DE GRACIAS POR LA LIBERACIÓN Entraron en naves por el mar, comerciando por las aguas inmensas. Contemplaron las obras de Dios, sus maravillas en el océano. Él habló y levantó un viento tormentoso, que alzaba las olas a lo alto: subían al cielo, bajaban al abismo, el estómago revuelto por el mareo, rodaban, se tambaleaban como borrachos, y no les valía su pericia. Pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación. Apaciguó la tormenta en suave brisa, y enmudecieron las olas del mar. Se alegraron de aquella bonanza, y él los condujo al ansiado puerto. Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. Aclámenlo en la asamblea del pueblo, alábenlo en el consejo de los ancianos. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Antífona 2: Contemplaron las obras de Dios, sus maravillas. Antífona 3: Los rectos lo ven y se alegran, y comprenden la misericordia del Señor. SALMO 106 - III ACCIÓN DE GRACIAS POR LA LIBERACIÓN Él transformará los ríos en desierto, los manantiales de agua en aridez; la tierra fértil en marismas, por la depravación de sus habitantes. Transforma el desierto en estanques, el erial en manantiales de agua. Coloca allí a los hambrientos, y fundan una ciudad para habitar. Siembran campos, plantan huertos, recogen cosechas. Los bendice, y se multiplican, y no les escatima el ganado. Si menguan, abatidos por el peso de infortunios y desgracias, el mismo que arroja desprecio sobre los príncipes y los descarría por una soledad sin caminos levanta a los pobres de la miseria y multiplica sus familias como rebaños. Los rectos lo ven y se alegran, a la maldad se le tapa la boca. El que sea sabio, que recoja estos hechos y comprenda la misericordia del Señor. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Antífona 3: Los rectos lo ven y se alegran, y comprenden la misericordia del Señor. VERSÍCULO V. Tu fidelidad, Señor, llega hasta las nubes. R. Tus sentencias son como el océano inmenso. PRIMERA LECTURA De la carta del apóstol san Judas 1-8. 12-13. 17-25 CONTINUAD ORANDO EN EL ESPÍRITU SANTO Y CONSERVAOS EN LA CARIDAD DE DIOS Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Santiago, a los amados por Dios Padre y custodiados como posesión de Jesucristo, que han sido convocados: que Dios os conceda participar cada vez más de su misericordia, de su paz y de su amor. Queridos hermanos, tenía sumo interés en escribiros acerca de la salvación que nos concierne a todos; y ahora me veo obligado a hacerlo. Quiero daros alientos para que sigáis luchando por conservar intacta la fe, esta fe que ha sido transmitida de una vez para siempre a los fieles. Es el caso que entre vosotros se han introducido solapadamente algunos a quienes ya desde hace tiempo tiene señalados la Escritura para recibir esta sentencia. Son hombres impíos que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan al único Dueño y Señor nuestro, Jesucristo. Quiero recordaros, aunque ya sabéis perfectamente todo esto, que el Señor, después de haber salvado de Egipto a su pueblo, hizo luego perecer a los que no tuvieron fe; que castigó a los ángeles que no conservaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, y envolviéndolos en tinieblas y reduciéndolos a eterna prisión los tiene reservados para el juicio del gran día; y que Sodoma y Gomorra y las ciudades circunvecinas, que como ellos fornicaron y se fueron tras una carne diferente, quedaron para escarmiento, sufriendo el castigo de un fuego eterno. A pesar de ello, también estos alucinados manchan como ellos su cuerpo, rechazan el señorío de Cristo e insultan a los seres gloriosos. Son ellos deshonra de vuestros ágapes, en los cuales banquetean desvergonzadamente, apacentándose a sí mismos. Son nubes sin agua que el viento arrastra, árboles de final de otoño que no tienen fruto y están completamente secos y sin raíces, olas furiosas del mar que arrojan la espuma de su torpeza, estrellas fugaces para las que está reservada la oscuridad de las tinieblas para siempre. Pero vosotros, carísimos, acordaos de las palabras dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. Ellos os repetían: «En los últimos tiempos vendrán hombres sarcásticos que vivirán al capricho de sus pasiones en todo género de impiedad.» Éstos son los que introducen discordias y no tienen otras miras que las terrenas, pues no poseen el espíritu de Dios. Pero vosotros, queridos hermanos, seguid edificándoos sobre el santísimo edificio de vuestra fe, continuad orando en el Espíritu Santo y conservaos en la caridad de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la vida eterna. A los que vacilan, tratad de convencerlos; a otros, salvadlos, arrancándolos del fuego; a otros, en fin, mostradles misericordia, pero con cautela, teniendo aversión aun a la túnica contaminada por su cuerpo. A aquel que puede guardaros inmunes de pecado y haceros comparecer sin mancha y con verdadero júbilo ante su gloria, al único Dios, salvador nuestro por medio de Jesucristo nuestro Señor, la gloria, la majestad, el imperio y el poder, desde antes de los siglos, ahora y por siempre jamás. Amén. RESPONSORIO R. Desechando la impiedad y las ambiciones del mundo, vivamos con sensatez, justicia y religiosidad en esta vida; * aguardando la feliz esperanza y la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo. V. V. Miremos los unos por los otros, para estimularnos a la caridad y a las buenas obras. R. R. Aguardando la feliz esperanza y la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo. SEGUNDA LECTURA De las homilías de san Juan Crisóstomo, obispo (Homilía antes de partir en exilio, 1-3: PG 52, 427*-430) PARA MÍ LA VIDA ES CRISTO, Y UNA GANANCIA EL MORIR Muchas son las olas que nos ponen en peligro, y una gran tempestad nos amenaza: sin embargo, no tememos ser sumergidos porque permanecemos de pie sobre la roca. Aun cuando el mar se desate, no romperá esta roca aunque se levanten las olas, nada podrán contra la barca de Jesús. Decidme, ¿qué podemos temer? ¿La muerte? Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. ¿El destierro? Del Señor es la tierra y cuanto la llena. ¿La confiscación de los bienes? Sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él. Yo me río de todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes. No temo la muerte ni envidio las riquezas. No tengo deseos de vivir, si no es para vuestro bien espiritual. Por eso, os hablo de lo que sucede ahora exhortando vuestra caridad a la confianza. ¿No has oído aquella palabra del Señor: Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos? Y, allí donde un pueblo numeroso esté reunido por los lazos de la caridad, ¿no estará presente el Señor? Él me ha garantizado su protección, no es en mis fuerzas que me apoyo. Tengo en mis manos su palabra escrita. Este es mi báculo, ésta es mi seguridad, éste es mi puerto tranquilo. Aunque se turbe el mundo entero, yo leo esta palabra escrita que llevo conmigo, porque ella es mi muro y mi defensa. ¿Qué es lo que ella me dice? Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Cristo está conmigo, ¿qué puedo temer? Que vengan a asaltarme las olas del mar y la ira de los poderosos; todo eso no pesa más que una tela de araña. Si no me hubiese retenido el amor que os tengo, no hubiese esperado a mañana para marcharme. En toda ocasión yo digo: «Señor, hágase tu voluntad: no lo que quiere éste o aquél, sino lo que tú quieres que haga.» Éste es mi alcázar, ésta es mi roca inamovible, éste es mi báculo seguro. Si esto es lo que quiere Dios, que así se haga. Si quiere que me quede aquí, le doy gracias. En cualquier lugar donde me mande, le doy gracias también. Además, donde yo esté estaréis también vosotros, donde estéis vosotros estaré también yo: formamos todos un solo cuerpo, y el cuerpo no puede separarse de la cabeza, ni la cabeza del cuerpo. Aunque estemos separados en cuanto al lugar, permanecemos unidos por la caridad, y ni la misma muerte será capaz de desunirnos. Porque, aunque muera mi cuerpo, mi espíritu vivirá y no echará en olvido a su pueblo. Vosotros sois mis conciudadanos, mis padres, mis hermanos, mis hijos, mis miembros, mi cuerpo y mi luz, una luz más agradable que esta luz material. Porque, para mí, ninguna luz es mejor que la de vuestra caridad. La luz material me es útil en la vida presente, pero vuestra caridad es la que va preparando mi corona para el futuro. RESPONSORIO R. Por el Evangelio sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada. * Por eso, lo aguanto todo por los elegidos. V. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? R. Por eso, lo aguanto todo por los elegidos. ORACIÓN Señor Dios, fortaleza de los que en ti confían, tú que quisiste que el obispo san Juan Crisóstomo brillara por su admirable elocuencia y por su gran fortaleza en medio de las pruebas, haz que la sabiduría de este eximio doctor de la Iglesia nos ilumine y que el ejemplo de su invencible constancia nos fortalezca. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén. CONCLUSIÓN V. Bendigamos al Señor. R. Demos gracias a Dios. |