28 de enero de 2016
OFICIO DE LECTURA
SANTO TOMÁS DE AQUINO, PRESBÍTERO Y DOCTOR DE LA IGLESIA MEMORIA
Del común de pastores y del Común de doctores de la Iglesia. Del jueves III del Salterio
SANTO TOMÁS DE AQUINO, PRESBÍTERO Y DOCTOR DE LA IGLESIA. MEMORIA. Nació alrededor del año 1225, de la familia de los condes de Aquino. Estudió primero en el monasterio de Montecasino, luego en Nápoles; más tarde ingresó en la Orden de Predicadores, y completó sus estudios en París y en Colonia, donde tuvo por maestro a san Alberto Magno. Escribió muchas obras llenas de erudición y ejerció también el profesorado, contribuyendo en gran manera al incremento de la filosofía y de la teología. Murió cerca de Terracina el día 7 de marzo de 1274. Su memoria se celebra el día 28 de enero, por razón de que en esta fecha tuvo lugar, el año 1369, el traslado de su cuerpo a Tolosa del Languedoc.
INVOCACIÓN INICIAL
Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:
V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Antífona: Venid, adoremos al Señor, fuente de sabiduría.
[ver salmo]
[no ver salmo]
Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO
Verbo de Dios, eterna luz divina, fuente eternal de toda verdad pura, gloria de Dios, que el cosmos ilumina, antorcha toda luz en noche oscura. Palabra eternamente pronunciada en la mente del Padre, ¡oh regocijo!, que en el tiempo a los hombres nos fue dada en el seno de Virgen, hecha Hijo. Las tinieblas de muerte y de pecado, en que yacía el hombre, así vencido, su verdad y su luz han disipado, con su vida y su muerte ha redimido. Con destellos de luz que Dios envía, no dejéis de brillar, faros divinos; de los hombres y pueblos sed su guía, proclamad la verdad en los caminos. Amén.
SALMODIA
Antífona 1: Mira, Señor, y contempla nuestro oprobio.
SALMO 88 - IV
LAMENTACIÓN POR LA CAÍDA DE LA CASA DE DAVID
Tú, encolerizado con tu Ungido, lo has rechazado y desechado; has roto la alianza con tu siervo y has profanado hasta el suelo su corona; has derribado sus murallas y derrocado sus fortalezas; todo viandante lo saquea, y es la burla de sus vecinos; has sostenido la diestra de sus enemigos y has dado el triunfo a sus adversarios; pero a él le has embotado la espada y no lo has confortado en la pelea; has quebrado su cetro glorioso y has derribado su trono; has acortado los días de su juventud y lo has cubierto de ignominia. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Mira, Señor, y contempla nuestro oprobio.
Antífona 2: Yo soy el renuevo y el vástago de David, la estrella luciente de la mañana.
SALMO 88 - V
LAMENTACIÓN POR LA CAÍDA DE LA CASA DE DAVID
¿Hasta cuándo, Señor, estarás escondido y arderá como un fuego tu cólera? Recuerda, Señor, lo corta que es mi vida y lo caducos que has creado a los humanos. ¿Quién vivirá sin ver la muerte? ¿Quién sustraerá su vida a la garra del abismo? ¿Dónde está, Señor, tu antigua misericordia que por tu fidelidad juraste a David? Acuérdate, Señor, de la afrenta de tus siervos: lo que tengo que aguantar de las naciones, de cómo afrentan, Señor, tus enemigos, de cómo afrentan las huellas de tu Ungido. Bendito el Señor por siempre. Amén, amén. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Yo soy el renuevo y el vástago de David, la estrella luciente de la mañana.
Antífona 3: Nuestros años se acaban como la hierba, pero tú, Señor, permaneces desde siempre y por siempre.
SALMO 89
BAJE A NOSOTROS LA BONDAD DEL SEÑOR
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Antes que naciesen los montes o fuera engendrado el orbe de la tierra, desde siempre y por siempre tú eres Dios. Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán.» Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó; una vela nocturna. Los siembras año por año, como hierba que se renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca. ¡Cómo nos ha consumido tu cólera y nos ha trastornado tu indignación! Pusiste nuestras culpas ante ti, nuestros secretos ante la luz de tu mirada: y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera, y nuestros años se acabaron como un suspiro. Aunque uno viva setenta años, y el más robusto hasta ochenta, la mayor parte son fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan. ¿Quién conoce la vehemencia de tu ira, quién ha sentido el peso de tu cólera? Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos; por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Danos alegría, por los días en que nos afligiste, por los años en que sufrimos desdichas. Que tus siervos vean tu acción, y sus hijos tu gloria. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Nuestros años se acaban como la hierba, pero tú, Señor, permaneces desde siempre y por siempre.
VERSÍCULO
V. En ti, Señor, está la fuente viva. R. Y tu luz nos hace ver la luz.
PRIMERA LECTURA
Del libro del Génesis 24, 1-27
ABRAHAM ENVÍA A BUSCAR MUJER PARA ISAAC
En aquellos días, Abraham era ya un viejo entrado en años, y el Señor había bendecido a Abraham en todo. Abraham dijo al siervo más viejo de su casa y mayordomo de todas sus cosas: «Ea, pon tu mano debajo de mi muslo, que voy a juramentarte por el Señor, Dios de los cielos y Dios de la tierra, que no tomarás mujer para mi hijo de entre las hijas de los cananeos con los que vivo; sino que irás a mi tierra y a mi patria a tomar mujer para mi hijo Isaac.» Díjole el siervo: «Tal vez no quiera la mujer seguirme a este país. ¿Debo en tal caso volver y llevar a tu hijo a la tierra de donde saliste?» Díjole Abraham: «Guárdate de llevar allá a mi hijo. El Señor, Dios de los cielos y Dios de la tierra, que me tomó de mi casa paterna y de mi patria, y que me habló y me juró, diciendo: "A tu descendencia daré esta tierra", él enviará su Ángel delante de ti, y tomarás de allí mujer para mi hijo. Si la mujer no quisiere seguirte, no responderás de este juramento que te tomo. En todo caso, no lleves allá a mi hijo.» El siervo puso su mano debajo del muslo de su señor Abraham y le prestó juramento según lo hablado. Tomó el siervo diez camellos de los de su señor y de las cosas mejores de su señor y se puso en marcha hacia Aram Naharáyim, hacia la ciudad de Najor. Hizo arrodillar a los camellos fuera de la ciudad junto al pozo, al atardecer, a la hora de salir las aguadoras, y dijo: «El Señor, Dios de mi señor Abraham: dame suerte hoy, y haz favor a mi señor Abraham. Voy a quedarme parado junto a la fuente, mientras las hijas de los ciudadanos salen a sacar agua. Ahora bien, la muchacha a quien yo diga "Inclina, por favor, tu cántaro para que yo beba", y ella responda: "Bebe, y también voy a abrevar tus camellos", ésa sea la que tienes designada para tu siervo Isaac, y por ello conoceré que haces favor a mi señor.» Apenas había acabado de hablar, cuando he aquí que salía Rebeca, hija de Betuel, el hijo de Milká, la mujer de Najor, hermano de Abraham, con su cántaro al hombro. La joven era de muy buen ver, virgen, que no había conocido varón. Bajó a la fuente, llenó su cántaro y subió. El siervo corrió a su encuentro y dijo: «Dame un poco de agua de tu cántaro.» Dijo ella: «Bebe, señor.» Y bajando en seguida el cántaro sobre su brazo, le dio de beber. Y en acabando de darle, dijo: «También para tus camellos voy a sacar, hasta que se hayan saciado.» Y apresuradamente vació su cántaro en el abrevadero y corriendo otra vez al pozo sacó agua para todos los camellos. El hombre la contemplaba callando para saber si el Señor había dado éxito o no a su misión. En cuanto los camellos acabaron de beber, tomó el hombre un anillo de oro de medio siclo de peso, que colocó en la nariz de la joven, y un par de brazaletes de diez siclos de oro en sus brazos, y dijo: «¿De quién eres hija? Dime: ¿hay en casa de tu padre sitio para hacer noche?» Ella le dijo: «Soy hija de Betuel, el hijo que Milká dio a Najor.» Y agregó: «También tenemos paja y forraje en abundancia, y sitio para pasar la noche.» Entonces se postró el hombre y adoró al Señor, diciendo: «Bendito sea el Señor, el Dios de mi señor Abraham, que no ha retirado su favor y su lealtad para con mi señor. El Señor me ha traído a parar a casa del hermano de mi señor.»
RESPONSORIO
R. Bendito sea el Señor, Dios de mi amo Abraham, que no ha olvidado su misericordia y fidelidad con su siervo. * El Señor me ha guiado por un camino recto. V. Subamos y hagamos un altar al Dios que me acompañó en mi viaje. R. El Señor me ha guiado por un camino recto.
SEGUNDA LECTURA
De las Conferencias de santo Tomás de Aquino, presbítero (Conferencia 6 sobre el Credo)
EN LA CRUZ HALLAMOS EL EJEMPLO DE TODAS LAS VIRTUDES
¿Era necesario que el Hijo de Dios padeciera por nosotros? Lo era, ciertamente, y por dos razones fáciles de deducir: la una, para remediar nuestros pecados; la otra, para darnos ejemplo de cómo hemos de obrar. Para remediar nuestros pecados, en efecto, porque en la pasión de Cristo encontramos el remedio contra todos los males que nos sobrevienen a causa del pecado. La segunda razón tiene también su importancia, ya que la pasión de Cristo basta para servir de guía y modelo a toda nuestra vida. Pues todo aquel que quiera llevar una vida perfecta no necesita hacer otra cosa que despreciar lo que Cristo despreció en la cruz y apetecer lo que Cristo apeteció. En la cruz hallamos el ejemplo de todas las virtudes. Si buscas un ejemplo de amor: Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos. Esto es lo que hizo Cristo en la cruz. Y, por esto, si él entregó su vida por nosotros, no debemos considerar gravoso cualquier mal que tengamos que sufrir por él. Si buscas un ejemplo de paciencia, encontrarás el mejor de ellos en la cruz. Dos cosas son las que nos dan la medida de la paciencia: sufrir pacientemente grandes males, o sufrir, sin rehuirlos, unos males que podrían evitarse. Ahora bien, Cristo, en la cruz, sufrió grandes males y los soportó pacientemente, ya que en su pasión no profería amenazas; como cordero llevado al matadero, enmudecía y no abría la boca. Grande fue la paciencia de Cristo en la cruz: Corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia. Si buscas un ejemplo de humildad, mira al crucificado: él, que era Dios, quiso ser juzgado bajo el poder de Poncio Pilato y morir. Si buscas un ejemplo de obediencia, imita a aquel que se hizo obediente al Padre hasta la muerte: Si por la desobediencia de uno —es decir, de Adán— todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos. Si buscas un ejemplo de desprecio de las cosas terrenales, imita a aquel que es Rey de reyes y Señor de señores, en quien están encerrados todos los tesoros del saber y el conocer, desnudo en la cruz, burlado, escupido, flagelado, coronado de espinas, a quien finalmente, dieron a beber hiel y vinagre. No te aficiones a los vestidos y riquezas, ya que se repartieron mis ropas; ni a los honores, ya que él experimentó las burlas y azotes; ni a las dignidades, ya que le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado; ni a los placeres, ya que para mi sed me dieron vinagre.
RESPONSORIO
R. Supliqué y se me concedió la prudencia, invoqué Y vino a mí un espíritu de sabiduría. * La preferí a los cetros y a los tronos, y en su comparación tuve en nada la riqueza. V. Señor, ¿quién hubiera conocido tu voluntad, si tú no le hubieses dado la sabiduría y no le hubieses enviado de lo alto tu Espíritu Santo? R. La preferí a los cetros y a los tronos, y en su comparación tuve en nada la riqueza.
ORACIÓN
Oh Dios, que hiciste de santo Tomás de Aquino un varón preclaro por su anhelo de santidad y por su dedicación a las ciencias sagradas, concédenos entender lo que él enseñó e imitar el ejemplo que nos dejó en su vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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