26 de enero de 2016
OFICIO DE LECTURA
SAN TIMOTEO Y SAN TITO, OBISPOS MEMORIA
Del Común de pastores. Del martes III del Salterio
SAN TIMOTEO Y SAN TITO, OBISPOS. MEMORIA. Timoteo y Tito, discípulos y colaboradores del apóstol Pablo, presidieron las Iglesias de Éfeso y de Creta, respectivamente. Ellos fueron los destinatarios de las cartas llamadas «pastorales», cartas llenas de excelentes recomendaciones para la formación de pastores y fieles.
INVOCACIÓN INICIAL
Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:
V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Antífona: Venid, adoremos a Cristo, Pastor supremo.
[ver salmo]
[no ver salmo]
Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO
Puerta de Dios en el redil humano fue Cristo, el buen Pastor que al mundo vino, glorioso va delante del rebaño, guiando su marchar por buen camino. Madero de la cruz es su cayado, su voz es la verdad que a todos llama, su amor es el del Padre, que le ha dado Espíritu de Dios, que a todos ama. Pastores del Señor son sus ungidos, nuevos cristos de Dios, son enviados a los pueblos del mundo redimidos; del único Pastor siervos amados. La cruz de su Señor es su cayado, la voz de la verdad es su llamada, los pastos de su amor, fecundo prado, son vida del Señor que nos es dada. Amén.
SALMODIA
Antífona 1: Se levanta Dios, y se dispersan los que lo odian.
SALMO 67 - I
ENTRADA TRIUNFAL DEL SEÑOR
Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos, huyen de su presencia los que lo odian; como el humo se disipa, se disipan ellos; como se derrite la cera ante el fuego, así perecen los impíos ante Dios. En cambio, los justos se alegran, gozan en la presencia de Dios, rebosando de alegría. Cantad a Dios, tocad en su honor, alfombrad el camino del que avanza por el desierto; su nombre es el Señor: alegraos en su presencia. Padre de huérfanos, protector de viudas, Dios vive en su santa morada. Dios prepara casa a los desvalidos, libera a los cautivos y los enriquece; sólo los rebeldes se quedan en la tierra abrasada. Oh Dios, cuando salías al frente de tu pueblo y avanzabas por el desierto, la tierra tembló, el cielo destiló ante Dios, el Dios del Sinaí; ante Dios, el Dios de Israel. Derramaste en tu heredad, oh Dios una lluvia copiosa, aliviaste la tierra extenuada; y tu rebaño habitó en la tierra que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Se levanta Dios, y se dispersan los que lo odian.
Antífona 2: Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.
SALMO 67 - II
ENTRADA TRIUNFAL DEL SEÑOR
El Señor pronuncia un oráculo, millares pregonan la alegre noticia: los reyes, los ejércitos van huyendo, van huyendo; las mujeres reparten el botín. Mientras reposabais en los apriscos, las palomas batieron sus alas de plata, el oro destellaba en sus plumas. Mientras el Todopoderoso dispersaba a los reyes, la nieve bajaba sobre el Monte Umbrío. Las montañas de Basán son altísimas, las montañas de Basán son escarpadas; ¿por qué tenéis envidia, montañas escarpadas, del monte escogido por Dios para habitar, morada perpetua del Señor? Los carros de Dios son miles y miles: Dios marcha del Sinaí al santuario. Subiste a la cumbre llevando cautivos, te dieron tributo de hombres: incluso los que se resistían a que el Señor Dios tuviera una morada. Bendito el Señor cada día, Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación. Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte. Dios aplasta las cabezas de sus enemigos, los cráneos de los malvados contumaces. Dice el Señor: «Los traeré desde Basán, los traeré desde el fondo del mar; teñirás tus pies en la sangre del enemigo y los perros la lamerán con sus lenguas». Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.
Antífona 3: Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor.
SALMO 67 - III
ENTRADA TRIUNFAL DEL SEÑOR
Aparece tu cortejo, oh Dios, el cortejo de mi Dios, de mi Rey, hacia el santuario. Al frente, marchan los cantores; los últimos, los tocadores de arpa; en medio, las muchachas van tocando panderos. En el bullicio de la fiesta, bendecid a Dios, al Señor, estirpe de Israel. Va delante Benjamín, el más pequeño; los príncipes de Judá con sus tropeles; los príncipes de Zabulón, los príncipes de Neftalí. Oh Dios, despliega tu poder, tu poder, oh Dios, que actúa en favor nuestro. A tu templo de Jerusalén traigan los reyes su tributo. Reprime a la fiera del cañaveral, al tropel de los toros, a los novillos de los pueblos. Que se te rindan con lingotes de plata: dispersa las naciones belicosas. Lleguen los magnates de Egipto, Etiopía extienda sus manos a Dios. Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor, que avanza por los cielos, los cielos antiquísimos, que lanza su voz, su voz poderosa: reconoced el poder de Dios. Sobre Israel resplandece su majestad, y su poder sobre las nubes. Desde el santuario, Dios impone reverencia: es el Dios de Israel quien da fuerza y poder a su pueblo. ¡Dios sea bendito! Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor.
VERSÍCULO
V. Voy a escuchar lo que dice el Señor. R. Dios anuncia la paz a su pueblo.
PRIMERA LECTURA
Del libro del Génesis 21, 1-21
NACIMIENTO DE ISAAC
En aquellos días, el Señor visitó a Sara como lo había dicho, e hizo el Señor por Sara lo que había prometido. Concibió Sara y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el plazo predicho por Dios. Abraham puso al hijo que le había nacido y que le trajo Sara el nombre de Isaac. Abraham circuncidó a su hijo Isaac a los ocho días, como se lo había mandado Dios. Abraham era de cien años cuando le nació su hijo Isaac. Y dijo Sara: «Dios me ha dado de qué reír; todo el que lo oiga se reirá conmigo.» Y añadió: «¿Quién le habría dicho a Abraham que Sara amamantaría hijos?; pues bien, yo le he dado un hijo en su vejez.» Creció el niño y fue destetado, y Abraham hizo un gran banquete el día que destetaron a Isaac. Vio Sara al hijo que Agar la egipcia había dado a Abraham jugando con su hijo Isaac, dijo a Abraham: «Despide a esa criada y a su hijo, pues no va a heredar el hijo de esa criada juntamente con mi hijo, con Isaac.» Sintiólo muy mucho Abraham, por tratarse de su hijo, pero Dios dijo a Abraham: «No lo sientas ni por el chico ni por tu criada. En todo lo que te dice Sara, hazle caso; pues aunque por Isaac llevará tu nombre una descendencia, también del hijo de la criada haré una gran nación, por ser descendiente tuyo.» Levantóse, pues, Abraham de mañana, tomó pan y un odre de agua, y se lo dio a Agar, le puso al hombro el niño y la despidió. Ella se fue y anduvo por el desierto de Berseba. Como llegase a faltar el agua del odre, echó al niño bajo una mata, y ella misma fue a sentarse enfrente, a distancia como de un tiro de arco, pues decía: «No quiero ver morir al niño.» Sentada, pues, enfrente, se puso a llorar a gritos. Oyó Dios la voz del chico, y el Ángel de Dios llamó a Agar desde los cielos y le dijo: «¿Qué te pasa, Agar? No temas, porque Dios ha oído la voz del chico en donde está. ¡Arriba!, levanta al chico y tenle de la mano, porque he de convertirle en una gran nación.» Entonces abrió Dios los ojos de ella, y vio un pozo de agua. Fue, llenó el odre de agua y dio de beber al chico. Dios asistió al chico, que se hizo mayor y vivía en el desierto, y llegó a ser gran arquero. Vivía en el desierto de Parán, y su madre tomó para él una mujer del país de Egipto.
RESPONSORIO
R. Abraham tuvo dos hijos, uno de la esclava y otro de la que era libre. * Para que seamos libres, nos ha liberado Cristo. V. Nosotros somos hijos de la promesa, figurados en Isaac. R. Para que seamos libres, nos ha liberado Cristo.
SEGUNDA LECTURA
De las homilías de san Juan Crisóstomo, obispo (Homilía 2 sobre las alabanzas de san Pablo: PG 50, 480-484)
HE COMBATIDO BIEN MI COMBATE
Pablo, encerrado en la cárcel, habitaba ya en el cielo, y recibía los azotes y heridas con un agrado superior al de los que conquistan el premio en los juegos; amaba los sufrimientos no menos que el premio, ya que éstos mismos sufrimientos, para él, equivalían al premio; por esto, los consideraba como una gracia. Sopesemos bien lo que esto significa. El premio consistía ciertamente en partir para estar con Cristo; en cambio, quedarse en esta vida significaba el combate; sin embargo, el mismo anhelo de estar con Cristo lo movía a diferir el premio, llevado del deseo del combate, ya que lo juzgaba más necesario. Comparando las dos cosas, el estar separado de Cristo representaba para él el combate y el sufrimiento, más aún, el máximo combate y el máximo sufrimiento. Por el contrario, estar con Cristo representaba el premio sin comparación; con todo, Pablo, por amor a Cristo, prefiere el combate al premio. Alguien quizá dirá que todas estas dificultades él las tenía por suaves, por su amor a Cristo. También yo lo admito, ya que todas aquellas cosas, que para nosotros son causa de tristeza, en él engendraban el máximo deleite. Y para qué recordar las dificultades y tribulaciones? Su gran aflicción le hacía exclamar: ¿Quién enferma sin que yo enferme? ¿quién cae sin que a mi me dé fiebre? Os ruego que no sólo admiréis, sino que también imitéis este magnífico ejemplo de virtud: así podremos ser partícipes de su corona. Y, si alguien se admira de esto que hemos dicho, a saber, que el que posea unos méritos similares a los de Pablo obtendrá una corona semejante a la suya, que atienda a las palabras del mismo Apóstol: He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mi, sino a todos los que tienen amor a su venida. ¿Te das cuenta de cómo nos invita a todos a tener parte en su misma gloria? Así pues, ya que a todos nos aguarda una misma corona de gloria, procuremos hacernos dignos de los bienes que tenemos prometidos. Y no sólo debemos considerar en el Apóstol la magnitud y excelencia de sus virtudes y su pronta y robusta disposición de ánimo, por las que mereció llegar a un premio tan grande, sino que hemos de pensar también que su naturaleza era en todo igual a la nuestra; de este modo, las cosas más arduas nos parecerán fáciles y llevaderas y, esforzándonos en este breve tiempo de nuestra vida, alcanzaremos aquella corona incorruptible e inmortal, por la gracia y la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, a quien pertenece la gloria y el imperio ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
RESPONSORIO
R. Como hombre de Dios que eres, corre al alcance de la justicia, de la piedad, de la fe, de la caridad, de la paciencia en el sufrimiento, de la dulzura. * Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna. V. Enseña lo que es conforme a la sana doctrina. R. Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna.
ORACIÓN
Oh Dios, que hiciste brillar con virtudes apostólicas a los santos Timoteo y Tito; concédenos por su intercesión que, después de vivir en este mundo en justicia y santidad, merezcamos llegar al reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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