5 de febrero de 2016
OFICIO DE LECTURA
SAN FELIPE DE JESÚS, PROTOMÁRTIR MEXICANO MEMORIA
Del Común de los mártires: para un mártir. Del viernes IV del Salterio
SAN FELIPE DE JESÚS, protomártir mexicano (FIESTA). Felipe de las Casas o de Jesús nació en la ciudad de México el año de 1572. En su adolescencia fue rebelde e inconstante. Sus padres lo enviaron a comerciar en las Islas Filipinas. Algún tiempo después, vistió el hábito de la Orden de san Francisco, en Manila. Ya profeso, le permitieron sus superiores regresar a México, para recibir allí la unción sacerdotal, pero la tempestad arrojó el navío en que viajaba a las costas del Japón, en donde poco después se descencadenó una sangrienta persecución contra los cristianos. Felipe fue condenado a morir, juntamente con otros veinticinco cristianos. Tuvo oportunidad de librarse de la muerte, por su calidad de náufrago, pero prefirió compartir la suerte de los perseguidos. Murió con ellos heróicamente por la fe, crucificado y atravesado por tres lanzas en 1597. Pío IX, en el año de 1862, lo canonizó, juntamente con sus compañeros de martirio.
INVOCACIÓN INICIAL
Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:
V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Antífona: Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires. Aleluya.
[ver salmo]
[no ver salmo]
Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
HIMNO
Altas primicias de la fe de México, mártir de Cristo que por Cristo inmolas tu joven sangre, con viril entrega, donde el sol nace. Haz de nosotros los testigos fieles del Evangelio, la palabra viva, hoy más que nunca del Amor heraldos, púgil de América. En ti crecemos, san Felipe, incólumes, porque en ti sube todo el Nuevo Mundo, para mirar, desde el más alto cedro, nuevos caminos. Por ti madure higos de luz la patria. Tu cuerpo, tilma de purpúreas rosas, deje a su paso el esplendor moreno de nuestra Madre. Himnos y coros se desgranen siempre en nuestras manos, como espadas fúlgidas, ante el Altísimo, luz una y trina, oh, san Felipe. Amén.
SALMODIA
Antífona 1: Todos os odiarán por mi nombre; pero el que persevere hasta el fin.
SALMO 2
¿POR QUE SE AMOTINAN LAS NACIONES?
¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso? Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías: "rompamos sus coyundas, sacudamos su yugo". El que habita en el cielo sonríe, el Señor se burla de ellos. Luego les habla con ira, los espanta con su cólera: "yo mismo he establecido a mi Rey en Sion, mi monte santo". Voy a proclamar el decreto del Señor; El me ha dicho: "Tú eres mi hijo: yo te he engendrado hoy. Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión, los confines de la tierra: los gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza". Y ahora, reyes, sed sensatos; escarmentad, los que regís la tierra: servid al Señor con temor, rendidle homenaje temblando; no sea que se irrite, y vayáis a la ruina, porque se inflama de pronto su ira. ¡Dichosos los que se refugian en él! Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 1: Todos os odiarán por mi nombre; pero el que persevere hasta el fin.
Antífona 2: Los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá.
SALMO 10
EL SEÑOR ESPERANZA DEL JUSTO
Al Señor me acojo, ¿por qué me decís: "escapa como un pájaro al monte, porque los malvados tensan el arco, ajustan las saetas a la cuerda, para disparar en la sombra contra los buenos? Cuando fallan los cimientos, ¿qué podrá hacer el justo?" Pero el Señor está en su templo santo, el Señor tiene su trono en el cielo, sus ojos están observando, sus pupilas examinan a los hombres. El Señor examina a inocentes y culpables, y al que ama la violencia El lo odia. Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre, les tocará en suerte un viento huracanado. Porque el Señor es justo y ama la justicia: los buenos verán su rostro. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 2: Los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá.
Antífona 3: El Señor probó a los elegidos como oro en el crisol, y los recibió como sacrificio de holocausto para siempre.
SALMO 16
DIOS, ESPERANZA DEL INOCENTE PERSEGUIDO
Señor, escucha mi apelación atiende a mis clamores, presta oído a mi súplica, que en mis labios no hay engaño: emane de ti la sentencia, miren tus ojos la rectitud. Aunque sondees mi corazón, visitándolo de noche, aunque me pruebes al fuego, no encontrarás malicia en mí. Mi boca no ha faltado como suelen los hombres; según tus mandatos, yo me he mantenido en la senda establecida. Mis pies estuvieron firmes en tus caminos, y no vacilaron mis pasos. Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras. Muestra las maravillas de tu misericordia, tú que salvas de los adversarios a quien se refugia a tu derecha. Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme de los malvados que me asaltan, del enemigo mortal que me cerca. Han cerrado sus entrañas y hablan con boca arrogante; ya me rodean sus pasos, se hacen guiños para derribarme, como un león ávido de presa, como un cachorro agazapado en su escondrijo. Levántate, Señor, hazle frente, doblégalo, que tu espada me libre del malvado, y tu mano, Señor, de los mortales; mortales de este mundo: sea su lote esta vida; de tu despensa les llenarás el vientre, se saciarán sus hijos y dejarán a sus pequeños lo que sobra. Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona 3: El Señor probó a los elegidos como oro en el crisol, y los recibió como sacrificio de holocausto para siempre.
VERSÍCULO
R. Me asaltaban angustias y aprietos. V. Tus mandatos son mi delicia.
PRIMERA LECTURA
De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 18-39
NADA PUEDE APARTARNOS DEL AMOR DE DIOS MANIFESTADO EN CRISTO JESÚS
Hermanos: Los padecimientos de esta vida presente tengo por cierto que no son nada en comparación con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros. La creación entera está en expectación suspirando por esa manifestación gloriosa de los hijos de Dios; porque las creaturas todas quedaron sometidas al desorden, no porque a ello tendiesen de suyo, sino por culpa del hombre que las sometió. Y abrigan la esperanza de quedar ellas, a su vez, libres de la esclavitud de la corrupción, para tomar parte en la libertad gloriosa que han de recibir los hijos de Dios. La creación entera, como bien lo sabemos, va suspirando y gimiendo toda ella, hasta el momento presente, como con dolores de parto. Y no es ella sola, también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, suspiramos en nuestro interior, anhelando la redención de nuestro cuerpo. Sólo en esperanza poseemos esta salvación; ahora bien, una esperanza, cuyo objeto estuviese ya a la vista, no sería ya esperanza. Pues, ¿cómo es posible esperar una cosa que está ya a la vista? Pero, si estamos esperando lo que no vemos, lo esperamos con anhelo y constancia. De la misma manera, el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues no sabemos pedir como conviene; y el Espíritu mismo aboga por nosotros con gemidos que no pueden ser expresados en palabras. Y aquel que escudriña los corazones sabe cuáles son los deseos del Espíritu y que su intercesión en favor de los fieles es según el querer de Dios. Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó. ¿Qué decir a todo esto? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él todo lo demás? ¿Quién se atreverá a acusar a los elegidos de Dios? Siendo Dios quien justifica, ¿quién podrá condenar? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió por nosotros? Más aún, ¿el que fue resucitado y está a la diestra de Dios intercediendo por nosotros? ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿La aflicción? ¿La angustia? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada? (Como dice la Escritura: «Por tu causa nos llevan a la muerte uno y otro día; nos tratan como a ovejas que van al matadero.») Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni creatura alguna, podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.
RESPONSORIO ()
R. En cuanto a mí, líbreme Dios de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo; * por ella el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo. V. Yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús. R. Por ella el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo.
SEGUNDA LECTURA
DE LOS OPÚSCULOS DE SAN FRANCISCO DE ASÍS
Los hermanos que van entre sarracenos y otros infieles pueden tratar con ellos Espiritualmente de dos maneras. La primera: que no muevan contiendas ni discusiones, mas sean sujetos a toda humana creatura por Dios y confiesen siempre que son cristianos. La segunda: que, cuando vieren ser voluntad de Dios, anuncien su palabra, para que crean en Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, creador de todas las cosas, y en el Redentor y Salvador del mundo, Hijo del Padre eterno, y para que se bauticen y hagan cristianos; porque el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Estas y otras cosas que fueren de la voluntad del Señor puedan decir a los infieles, porque dice el Señor en el Evangelio: A todo aquel que me reconozca ante los hombres lo reconoceré yo también ante mi Padre que está en los cielos. Y de aquel que se avergüence de mí y de mi doctrina se avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga revestido de su gloria, de la del Padre y de la gloria de los santos ángeles. Y todos los hermanos, dondequiera que estuvieren, acuérdense que hicieron entrega de sí mismos y dejaron sus cuerpos a nuestro Señor Jesucristo, porque dice el Señor: Quien pierda su vida por amor a mí la salvará. Dichosos los que padecen persecución por razón del bien, porque de ellos es el reino de Dios. Si a mí me han perseguido, también a vosotros perseguirán. Cuando os persigan en una ciudad huid a otra. Dichosos seréis cuando los hombres os aborrezcan y os insulten y proscriban.y persigan vuestro nombre como infame y propalen contra vosotros toda clase de calumnias por mi causa. Alegraos entonces y saltad de gozo, porque grande será en los cielos vuestra recompensa. A vosotros, amigos míos, os doyeste consejo: No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero después de esto ya no pueden hacer otra cosa. No os alarméis, pues, siendo constantes, salvaréis vuestras vidas. Y el que persevere hasta el fin se salvará.
RESPONSORIO
R. Caí en tristeza y angustia * e invoqué el nombre del Señor. V. Torre fortísima es el nombre del Señor, en él esperé y fui socorrido. R. E invoqué el nombre del Señor.
ORACIÓN
Dios nuestro, que te dignaste aceptar la sangre de san Felipe de Jesús como una primicia de la fe de nuestro pueblo, concédenos, por su intercesión, madurar en esa misma fe, para que demos testimonio de ella no sólo con las palabras, sino sobre todo con los actos de nuestra vida diaria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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